Es común encontrarnos con coronas, cruces, ramos y demás arreglos florales al ingresar en una sala de velación. Es una tradición extendida en la mayoría de culturas para mostrar respeto y consideración hacia la persona que ha partido. Las flores también pueden ser vistas como una forma de honrar la memoria de una persona que acaba de partir.
Su origen puede estar en las ceremonias que se realizaban hace más de 2.500 años. Debido a que no existían todos los procedimientos higiénicos y de conservación que hoy se practican en la mayoría de los casos. En la antigüedad, los cuerpos podían pasar a la intemperie por varios días y esto generaba olores desagradables. La situación empeoraba cuando era época de lluvias o de calores extremos.
Por ende, las flores aparecían como las indicadas para acompañar a un difunto debido a su aroma. Para evitar olores muy fuertes se cubría el cuerpo de la persona hasta horas antes del entierro. Incluso en la tumba del faraón egipcio Tutankhamon, fallecido en el año 1346, se encontraron restos de coronas de flores. En la actualidad, las flores no son necesarias por su perfume pero sí son una señal de respeto y cariño hacia los familiares. Incluso suelen ir acompañadas de cartas y se escogen de acuerdo al significado que tienen. Por ejemplo, si existía una relación muy estrecha con la persona que nos ha dejado; se tiende a usar rosas blancas o rojas.
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